martes, 1 de febrero de 2011

El Inmerecido Odio a la Empresa Capitalista (parte III)

((Entrega Final)

El Verdugo
Quizás el verdugo más poderoso que hayas podido tener jamás se encuentre en la mente perversa de los dogmáticos que tienen por postura pensar que les explotan. Lo cierto es que éstos encontraron -o creen encontrar- su realización plena en el llamado Estado de inspiración Socialista. En la mayor y en la menor de sus variantes -y muy a pesar de que en el siglo XX se superó esta versión (aunque en algunos países existe su aplicación de manera trasnochada), hoy día el concepto clásico ha emigrado a lo que se llama: el Estado de Bienestar.
Antes que la crítica de mis impenitentes lectores se desborde, por el encasillamiento de este concepto en su forma más general y altruista, pero que nunca ha sido defendible en la praxis, en sus erróneas decisiones a nombre del bienestar común. Intento transponer de manifiesto mis ideas y mis convicciones. Es posible que ese verbo/dogma del socialismo que viene con traje de divinidad, justicia y lógica les impida mirar desde la óptica que quiero reflejar. Así que con su permiso lo procuraré.

La cuestión a resolver es: ¿cómo hacer entender que con decretos no se solventan ni se corrigen las asimetrías del orden natural societal?. Cada ley, desde el Señor Estado, en favor de los desfavorecidos siempre será desigual y afectará con mucha mayor gravedad, a quienes no se consideren dentro de tal grupo. ¿Qué es lo que se premia con estos favores?. La anestesia con que se han vendido los ideales del socialismo, ya casi nadie la cuestiona (ni siquiera los afectados; les da igual y lo creen justo). Lo que insta a la gente a convertirse en siervos “sin aviso ni protesto” de las decisiones parecidas a la gran criticaba “mano invisible”, que en este caso se convierten en el Poder del Estado. Piénsese en ¿quién es el audaz?, que se pone en contra de una decisión que se disfrace de bien común.

He de subrayar que el modelo de estado que defiendo -lo cual no significa que quiero imponer- es el que defiende lo valores de la Democracia Liberal. Pero el éxito que ha tenido el socialismo global, en desprestigiar ese concepto, ha sido de tal forma, que se asocia a las más perversas acciones que pueda llevar a cabo el hombre. Quizás si me refiero al Estado de Derecho, pasa más desapercibida, pero la verdad es una. Y siento decirles que se refieren a lo mismo (tal y como en el catolicismo Jesús Hombre es también Dios). Es decir, el que defiende el derecho a la propiedad privada, el que también defiende, protege y promueve la iniciativa individual o la empresa capitalista -otro concepto desprestigiado- y en el cual todos son Libres e Iguales ante la Ley. Y no me vengan a decir, que esos valores también son del Socialismo, porque cuando los ha tomado prestado, siempre se ha acabado en la perpetuidad mezquina y egoísta de una sola persona en el poder.

Cuando el aparato estatal se comporta como benefactor, no es otra cosa que, en momentos difíciles roba las ideas sagradas del liberalismo, logrando con “escapulario ajeno”, una relativa prosperidad y felicidad en una parte de la sociedad. Esto hace pensar a muchos de sus partidarios que son posibles estos ideales en la praxis. Sin embargo, la verdad es otra: “que cuanto más liberal se hace una democracia, todos podemos optar por la prosperidad y también podemos no elegirla”. Pero optar por esta vía puede hacernos inseguros. Cambiar la seguridad (quizás un trabajo, quedarnos como estamos, o una situación que nos la proporcione) por la independencia (aquella que nos muestra que podemos conseguir y alcanzar nuestros sueños nosotros mismos, con el único coste de equivocarnos) es una cuestión de miedo. Aunque no comparto en mucho el contenido del libro: Miedo a la Libertad de Erich Fromm, pienso que este título refleja lo que quiero expresar.
Es mucho el odio que se tiene a la empresa, sobre todo cuando la miramos como un sistema de esclavitud.Pero olvidamos como se construyeron las pirámides de Egipto, Castillos y muchos templos y su se habla de las guerras, creo que entenderíamos que hay instituciones más perversas, pero por ahora solo quiero reflejar que la gente que participó en ellas, jamás nadie recibió pago alguno. Las empresas tienen dueños; son regentadas por personas. Creo que debemos pensar que hay personas con malas y buenas pretensiones que encuentran forma en la empresa. La obtención del lucro tiene riesgos, puedes optar por hacerlo bien y racionalmente, pero puedes lucrarte robando y haciendo cosas que afecten a otros. Esto último depende de las personas y No de la Empresas. Aun en el peor de los casos, debemos recordar el poder inmenso de la empresa capitalista como generadora de empleo y de impuestos a las arcas del estado. Pensemos en todas las obras de infraestructura que conocemos, por poner un ejemplo. Ir en contra de ella , es destruir ese poder y el Estado nunca va a hacer capaz de darnos el empleo que queremos y a todos. Así que hacer riqueza de este modo no tiene nada de malo.
He de confesar, para darle cierre a esta entrega, que percibo (en mí mismo) que no respondo a todas las inquietudes que puedan surgir de la lectura de esta trilogía del Inmerecido Odio a la Empresa Capitalista. Me disculpo por ello. Creo que falta poner de manifiesto aquellas cosas relativas al papel del Estado. Hay mucho por decir, pero intentaré resolviendo estas faltas en mis futuros artículos.


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