miércoles, 17 de agosto de 2016

La carcasa del colectivismo: Parte I

Un dictador potencial vive en las mentes colectivistas

El deseo de poder y controlar es entre otras cosas (como el amor, la humildad, los celos, los vicios, la abnegación etc.) una actitud propia de seres humanos. Si se convierten en una amenaza para la sociedad y para el individuo, las mismas, a través de leyes pueden resolver los abusos del derecho a ser por uno mismo y preservar las libertades. En la doctrina colectivista (en cualquiera de sus variantes pero principalmente en la Izquierda) la esfera privada y el derecho a pensar diferente no están garantizados. Quien garantiza la diferencia es la Democracia y no la ideología y quién garantiza la libertad es la justicia cuando ésta, está separada del poder político. Y en esta cuestión es importante apellidar de democracia al dogma para poder pasar desapercibido entre los desprevenidos.

El Altruismo es un dogma muy bien manejado por las religiones quizás su problema sea enseñarlo como obligación o valor moral más que como algo voluntario, transaccional, recíproco y personal. Pero esa es otra discusión. “La ayuda a quienes son declarativamente los más necesitados” es un paradigma que alcanza niveles insospechados en el Colectivismo y el Altruismo es una de sus grandes consignas. Esta dupla no sólo actúa como generador de una sociedad parasitaria que vive a expensas de quienes son favorecidos o declarados tales (los que pagan y producen para entendernos mejor) sino que además no corrige la desigualdad; más bien la profundiza. Porque declarar favores a una parte de la sociedad y a otra no, es esencia un instrumento generador de desigualdades y violador de derechos.
Es con este mismo dogma instrumentado en un partido político y dirigido por un Líder (el más parecido al Jesús en la religiones cristianas) lo que sirve de traje perfecto para acabar con todas las libertades en favor de los declarados desposeídos a expensas de los que producen los recursos y de los que hacen una sociedad prospera. Asistimos en consecuencia al nacimiento del populísmo y en consecuencia a la generación de una sociedad parasitaria de la cual todo lo tiene que proporcionar ese instrumento que diezma los recursos del progreso: El Estado (ojo no quiero decir que no deba existir tal ente). Hay una palabra genérica que agrupa este dogma o a lo que he llamado #ElVerboBueno: El Socialismo. Un paradigma encargado de exculpar a los individuos de todos sus males, sus errores y sus responsabilidades en favor de la creencia de que su situación tiene explicación en fuerzas externas al individuo y sobre estructuras dominantes.
De momento no importan estas afirmaciones porque en general “desear y hacer el bien a los más necesitados” no es problema. De hecho, una de mis pretensiones es colocar de relieve que este planteamiento es idéntico al de las religiones cristianas sólo que la figura de Jesús es ocupada por un líder y lo que agradaba a Dios se sustituye por el agrado a la Sociedad. He allí uno de sus grandes éxitos y gran calado a nivel cultural y social. Es por ello que en occidente un planteamiento así es considerado bueno y deseable. El problema que centra mi análisis es el siguiente: una vez este dogma cuente con el consenso societal se convierte en la carcasa perfecta de toda persona que aspire el poder y la dominación usándolo como mecanismo de ascenso. Con el se ha encontrado la excusa perfecta que cubre y soporta todos los abusos y los atropellos a la libertad a nombre de los Necesitados y del Hombre Nuevo.
Es allí donde hombre deseoso de poder y dominación encontró el insight perfecto. No habrá problema en lo adelante para conquistar el poder, todo está justificado; los atropellos, los errores, los abusos serán todos a nombre de un buen fin y si nos convertimos en una dictadura, no pasa nada, todo se ha hecho por una causa justa y lo mejor: en dado caso de que se falle todo ha sido un problema de mala implementación.
@IDagoberto

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